Parece un peroguyada decir que España está llena de españoles, Alemania de alemanes, Francia de franceses, etc. Y realmente lo sería si no existieran excepciones a esa regla. Una de esas excepciones la he encontrado en Suiza.
Me explico, cuando digo que Alemania está llena de alemanes, me refiero a que un señor que se llama Özil y tiene ascendentes turcos, se siente alemán, le dan la orden de san-no-se-qué por su aportación a la integración de germanoturcos como él y él sale en entrevistas diciendo lo alemán que se siente en Alemania. Lo mismo pasa con Francia, donde pobre de tí si te llamas Benzemá pero no cantas el himno de la patria a la que representas. Y otro tanto pasa en España, en Polonia y en casi cualquier país europeo, donde si quieres tener las mismas oportunidades que los demás, tienes que conseguir la nacionalidad, y una vez conseguida no sólo tienes que ser muy patriota, además tienes que parecerlo.
Pues eso en Suiza no ocurre. Aquí hay muchos hijos de emigrantes que han nacido en este país, llevan toda su vida aquí, hablan mejor el dialecto del cantón que la lengua de sus padres y sin embargo, no son suizos. Ni tienen la nacionalidad ni la quieren (aunque podrían optar a ella).
-Pero tú eres suizo/a - les digo.
-No, yo soy italiana -dice Francesca- yo soy calabrés -dice Mario-. Y yo soy de Bilbao...
-¿Pero cómo vas a ser de Bilbao? Si naciste en Schaffhausen, te criaste en Schaffhausen, hablas suizo-alemán como si fuera tu lengua madre, estudiaste la carrera en Zúrich, llevas cuarenta tacos viviendo en esta ciudad...
- Pues yo soy de Bilbao, hostias... ¡y del Athletic!
En Suiza es donde descubres que, realmente, los de Bilbao (y de otros muchos sitios) nacen donde les sale de los co...
Aquí en Schaffhausen me he encontrado nacionalidades de todo tipo. No sólo es una ciudad llena de inmigrantes, venidos de todas partes del mundo, sino también de hijos de inmigrantes, venidos de todas partes del mundo. Esa circunstancia hace que llegue a ser hasta sorprendente encontrar cuatro suizos juntos. Tuve por ejemplo un compañero de trabajo de Tahití, al que, dicho sea de paso, no le gustaba Gaugin. "Pintaba a las mujeres muy feas" -me decía-. Sólo a un tahitiano se le perdona que no le guste Gaugin. El caso es que sólo existen 200.000 en el mundo y en mi empresa había uno.
De hecho, en esta pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes he conocido a italianos, españoles, alemanes, ingleses, brasileños... pero también, bosnios, costarricenses, eritreos, croatas, sardos que hablaban el catalán del Reyno de Aragón, sefarditas que hablaban como el cantar del Mio Cid... ¡Incluso otomanos! ¿Tú has conocido a algún otomano? Pues hace cinco meses que llevo trabajando mesa con mesa con un otomano. Ahí queda eso.
¿Pero no se habían extinguido? Pues no todos, como los galos de Asterix: Unos cuantos irreductibles otomanos quedaron aislados en Bulgaria después de la primera Guerra Mundial. Su lengua turca es antigua, como la que se hablaba hace quinientos años. Sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial y al comunismo búlgaro. Cuando cayo el muro, los pocos que quedaban se fueron en su mayoría a turquía, pero también alguno se dejó caer por estos lares, como Emil. Prueba inequívoca de que también los otomanos nacen donde les da la gana.
Un gran chaval, este Emil. Amable, trabajador y muy respetuoso con todo el mundo. Había hecho el ausbildung en la empresa (un día explicaré qué significa el ausbildung, valga como introducción la mala definición de "prácticas de empresa"). Al terminar los exámenes se fue a dar la vuelta al mundo durante unos meses y al regresar, pidió volver a entrar en la empresa. Lástima que la segunda experiencia, ahora ya integrado en el grupo de ventas, no le haya satisfecho. Finalmente se marchará a otra empresa el próximo mes.
Son curiosos los motivos por los que los suizos cambian de trabajo. La razón principal suele ser "porque me presionaban demasiado", aquí está muy mal visto trabajar bajo presión o bajo control. A la mínima, se largan. En el caso de Emil no fue la presión, sino la falta de responsabilidades. O mejor dicho, la obligación de que las ofertas que él hacía tuviesen que ser sistemáticamente revisadas por Ralph. Otros se marchan porque no ven eficiencia en otras áreas y eso repercute en su trabajo... Cuando yo lo comparo con el caso español, me digo, "aquí está la clave de que en este país se trabaje muy a gusto y con muy buenos sueldos". En este país no se necesitan sindicatos rompepelotas, les basta su personalidad mercenaria, forjada a lo largo de los siglos. Ese carácter de "si no estoy a gusto, me largo". Y uno puede decir "ya claro, pero es que ahí en Suiza hay mucho trabajo y en España falta", pero eso vuelve a ser una forma de autoengaño, porque sí, es cierto, aquí hay mucha competencia, pero si uno no encuentra lo que uno busca, se lo inventa, como el padre de Tabea, que ahora fabrica bicicletas con motor con un amigo. Ese detalle se nos escapa a los españoles, siempre creemos que tenemos que pasarnos la vida dependiendo de otros a los que no soportamos. No no damos cuenta de que trabajar significa realizarse a si mismo. Aún seguimos pensando que es la forma menos mala de sobrevivir, pero casi nadie en España piensa que sea el medio para vivir feliz.
En fin, ahora espero a un nuevo compañero. Quién sabe, quizás sea visigodo. Nunca he conocido a un visigodo. ¿Y tu?
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